Una buena alimentación influye considerablemente en nuestro bienestar tanto físico como mental, pues nos llena de energía, optimismo y vitalidad para realizar las actividades del día a día. Además, juega un rol esencial en la calidad del sueño.
Cuando no se disfruta del sueño y no se tiene un descanso de calidad, el organismo experimenta una serie de alteraciones y trastornos en diferentes partes del cuerpo o sistemas, que a la larga pueden generar complicaciones perjudiciales para la salud.
Existen varios factores que influyen para alcanzar o no un descanso placentero: el estrés, los malos hábitos, trabajo en exceso, las relaciones interpersonales, entre otros. Sin embargo, mantener una adecuada, balanceada y saludable alimentación es la clave para conseguir este estado tan indispensable para la recuperación de nuestro cuerpo y mente, que nos proporciona la energía que necesitamos para realizar las actividades de nuestra cotidianidad.
La alimentación saludable, el ejercicio físico y el descanso se complementan entre sí y juegan un papel determinante en nuestra salud. Hay un vínculo fuerte entre dormir y comer, pues lo que comemos influye en el descanso y viceversa. Por eso hay que tomar en consideración lo que comemos durante el día, cuidar las horas de sueño y nuestros hábitos. Por ejemplo, si ingerimos comidas pesadas y que poco favorecen a la digestión, definitivamente no lograremos descansar bien.
Entre las recomendaciones alimenticias para lograr un descanso digno están: comer un mínimo de tres veces al día —en cantidades normales—, evitar saltarse comidas en especial el desayuno, beber agua suficiente, disminuir el consumo de alimentos procesados, fritos o muy condimentados, minimizar el consumo de picante, evitar las bebidas con cafeína como café, gaseosas o energizantes, preparar una cena sana con frutas y vegetales, beber un vaso de leche tibia antes de dormir y realizar ejercicio físico para descargar la energía acumulada.
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